divendres, 16 de maig del 2014

UN JOVEN CON UN LIBRO DE TEXTO

Un joven con un libro de texto es un duo clónico. Lo encontraremos repetido en una misma clase veinte o treinta veces. El joven será la parte variable, pero el libro de texto será la constante. Parece que con una constante de por medio deberían hacerse cálculos bastante exactos. Quizá esa sea la idea

Pero la Naturaleza es tozuda y la "parte variable" no se deja computar.

Bueno, ironías a parte. El mundo es infinito y los libros de texto que lo explican son muy finitos. Tal vez demasiado. Podríamos pensar que el libro de texto iguala las oportunidades, pero quizá no sea así. Todos los alumnos reciben presión para asimilar ese recurso igualador, pero al final es una decisión suya y una posibilidad suya. Si el objeto en cuestión inhibe su voluntad i/o diverge de su posibilidad, no hay alternativas. Ahora la presión pasa al profesor. Tampoco el puede igualar alumnos desiguales si no los trata de forma diferente, si los trata como si todos fuesen opositores motivados para conseguir un puesto de trabajo público.

No seamos pesimistas. El libro de texto siempre está ahí (si no se pierde), siempre se le puede "atacar" de otra manera. Es cuestión de adaptarse. Al alumno le podemos ayudar a consultarlo (aunque no quiera), tanto el profesor como los padres, un compañero, un tío... Siempre está. Aunque aquí yace también una pequeña trampa. Como siempre está, ya encontraré el momento de acercarme a él. ¡Ay, Dios! ¡El examen es mañana! ¿Se le puede pedir a todo el mundo mentalidad y vocación de opositor?

El libro de texto tiene unos argumentos, unos ejercicios, unos esquemas, mapas y gráficos escogidos por alguien. Lógico, alguien había de hacerlo. Pero me refiero a que siempre serán una elección finita sobre posibilidades infinitas. ¿Qué maestro no querría coger un libro de texto pero juntándole trozos de otros? Bueno, ya lo hace. Hace fotocopias. Por eso CEDRO se encarga de que las paguemos más caras.

¿Y si la elección de materiales si hiciera en el escalón más bajo de la cadena: maestros y alumnos? ¿Y si cada alumno tuviera más poder de decisión y no tuviera el recurso de fiarse de su libro faldero el día antes del examen? ¿Y si el examen fuera otra cosa?

¿Y si el aula fuese un centro neurálgico del mundo con toda la variedad posible de libros y recursos? ¿Y si el profesor fuese el motor y animador y el alumno el animado a "ver el mundo"? ¿Y si el examen fuese una comprovación de que el alumno se está moviendo y está viendo el mundo?

Ya sé que es más fácil de decir que de hacer.


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