dijous, 30 de gener del 2014

LIBRO DE TEXTO: ¿AMIGO? ¿AMADO? ¿TIRANO?

En la universidad descubrí que el mundo había sufrido glaciaciones (era el año 71).

Los libros de texto de bachiller no lo traían. La mayoría siguen sin hacerlo. Es la lógica interna de la repetición, de la seguridad empresarial, del conservadurismo social y económico.

En los libros de texto cambia más el cómo que el qué. Se llenan de dibujos y gráficos amables, pero la intención es directa, impositiva: "Chico, chica, el mundo es eso, apréndetelo". No hay dudas, no hay argumentos, no hay ideas. Todo son datos y hechos (¡si Dickens levantara la cabeza!). Un manual de oposiciones avant la lettre. Y una cosa así sólo puede seducir a alumnos con ambiciones sociales.


El libro de texto depende del profesor. Es como el látogo que es cruel o incoativo dependiendo de quien lo maneje. Los alumnos permanecen un año encadenados a él. Lo abandonan una vez libres o lo conservan como una muleta que tal vez les sirva otra vez. Parecería un síndrome de Estocolmo.

Pero no seamos crueles, el libro de texto lo hacen galeotes esforzados y nos resulta de ayuda. Se puede convertir en una mascota de por vida. O en una antigüedad valiosa, un testimonio de vida.

La cuestión es, ¿lo amamos? ¿Lo necesitamos? ¿Nos es imprescindible? ¿Nos da lo que realmente necesitamos? ¿Quién lo necesita? ¿Para qué?

Necesitamos esas respuestas.

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